Mi aventura Erasmus en Limassol, Chipre, ha llegado a su fin, y aunque siento una punzada de nostalgia, la emoción y la gratitud por lo vivido superan cualquier despedida. Ha sido algo más de una semana, pero este breve tiempo ha sido suficiente para que Chipre me haya cautivado por completo.
Desde el primer día, el país me envolvió con su encanto. Los paisajes, la historia y, sobre todo, su gente, hicieron de esta una experiencia fantástica. La calidez y amabilidad de los chipriotas son algo que me llevo grabado; siempre dispuestos a ayudar, con una sonrisa y una hospitalidad que te hacen sentir como en casa. Realmente, la gente es encantadora.
Y si hablamos de las visitas a los centros de formación profesional, mi impresión inicial solo se confirmó: sigo gratamente impresionado por sus instalaciones. Son un ejemplo de cómo la inversión en educación y recursos puede marcar la diferencia en la preparación de los futuros profesionales. Ha sido inspirador ver el compromiso con la excelencia en la formación técnica.
En resumen, he disfrutado muchísimo de cada momento, de cada descubrimiento y de cada interacción. Chipre no es solo un destino, es una experiencia que recomiendo a cualquiera. Me voy con el corazón lleno de recuerdos, con nuevas amistades y con la certeza de que este pequeño gran país ha dejado una huella imborrable en mí.
¡Hasta la próxima aventura!
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